Superando el primer mes
¡Feliz inicio de ciclo escolar, queridos maestros! Si bien el regreso a clases siempre viene con emoción y nuevos desafíos, el primer mes puede ser particularmente exigente. Las primeras semanas son un torbellino de nuevos nombres, horarios, y la tarea de establecer rutinas. Es normal sentirse abrumado, agotado o incluso un poco desorientado. Aún estamos en esa etapa, pero no perdamos de vista el panorama completo.
El inicio de un nuevo ciclo es como sembrar una semilla. Al principio, el trabajo es intenso: preparar el terreno, regar con constancia, cuidar de que nada la dañe. De la misma manera, en el aula estamos sembrando el conocimiento, la disciplina y el amor en el corazón de nuestros estudiantes. Este primer mes, estamos poniendo los cimientos para un año lleno de crecimiento.
Recordemos que no estamos solos en esta labor. El Señor nos ha llamado y equipado para esta tarea. En 2 Corintios 12:9, Dios le dice a Pablo: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.”¡Qué verdad tan poderosa! Cuando nos sentimos cansados o insuficientes, es la gracia de Dios la que nos sostiene. Su fuerza se manifiesta en nuestra debilidad.
Este primer mes, tal vez hayas enfrentado desafíos con un estudiante en particular, con la planeación o con la carga de trabajo. Pero no te desanimes. Cada pequeño avance es una victoria. El niño que por fin se aprende tu nombre, el grupo que empieza a seguir la rutina, la primera vez que un estudiante demuestra que ha comprendido un concepto; esos son frutos de tu esfuerzo y la mano de Dios en tu trabajo.
Mira hacia adelante con fe
Sigamos adelante con la vista puesta en la meta. Ya iniciamos el primer mes y estamos en la recta inicial de este periodo de adaptación. Lo que sembramos con paciencia y oración, lo cosecharemos con alegría.
Como nos recuerda Gálatas 6:9, “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.”
Que este mes, y los que vienen, sean una oportunidad para ver la fidelidad de Dios en tu vida y en tu salón de clases. Confía en Él, descansa en su gracia y recuerda que cada día, a través de ti, el amor de Jesús está transformando vidas. ¡Ánimo, maestro! Estás haciendo un trabajo increíble.

